Ya sabemos que la gastronomía yucateca se distingue por su peculiaridad entre las de otros estados: los sabores son distintos gracias a la distancia y conformación geográfica de la península, que la mantuvo durante mucho tiempo más o menos aislada del resto del país, en mayor contacto con las Antillas que con el centro de la nación. El mundo ha cambiado y ese contacto más cercano nos la ha hecho muy familiar. La fama de la cocina yucateca es ya proverbial, no sólo en México, sino en el mundo.
Estos manjares típicos de la península tienen como característica común la el ser elaborados con predominio de los usos españoles conventuales, con alguna influencia francesa, y aprovechando los sabores regionales en que se basó siempre la cocina de los mayas y la introducción al país de la caña de azúcar como contribución del “viejo mundo” al que se le conoce como “nuevo mundo”.
Esa tendencia se consolidó con un hecho histórico ocurrido en 1867.
Las religiosas del Convento de Nuestra Señora de la Consolación llevaban mucho tiempo dedicándose al arte de la elaboración de panes y otras delicias dulces. En el año que se menciona, como parte de la tendencia laicista de los liberales, el convento fue clausurado y las monjas exclaustradas, ante protestas severas de la sociedad meridana.
Ante la exclaustración, algunas religiosas se dedicaron a preparar, a las chicas casaderas y amas de casa de la élite local, en las artes culinarias, poniendo énfasis en la elaboración de postres.
A este grupo de religiosas y a sus alumnas de debe la creación de algunas delicias como el pastel atropellado, de camote y coco; el caballero pobre, pan capeado con miel; los zapotitos, una especie de mazapán de pepita; la calabaza melada o los dulces de ciricote, nance y yuca.
Entre los dulces típicos, que disfrutan tanto niños como los adultos, hay algunos con nombres curiosos, como el sunchos, conocido como “nalga de vieja”, que es muy parecido a un bombón.
Los buñuelos de viento son, como todo lo yucateco, muy peculiares, pues a diferencia de los que se consumen en otras latitudes, estos consisten en unos panecitos redondos, muy suaves de textura, que se comen con miel.
El caballero pobre solía ser vendido por mujeres que los elaboraban en casa para salir a ofrecerlos en las calles, de casa en casa, para la hora del café, más o menos a las cinco de la tarde. Está considerado uno de los postres más representativos de Yucatán, pero lamentablemente comienza a ser relegado por otro tipo de golosinas, pues cada vez es más difícil encontrarlo, al igual que el manjar blanco, una especie de natilla suave de coco con canela y arroz, deliciosamente difícil de hallar, incluso en los Restaurantes más tradicionales de Mérida, ¿dónde lo hemos hallado? en un pequeño puesto subiendo las escaleras del estacionamiento del mercado local de campeche.
Otros postres típicos son el dulce de papaya, el pastel atropellado, el postre alegre, cuyas recetas no son difíciles de encontrar en línea.