En los mercados del pueblo maya podían encontrarse artículos de uso cotidiano, como miel de maguey, sal, algodón, objetos de cerámica, frutas y verduras, e incluso obsidiana, pero también mercancías relacionadas con lo ornamental o lo ritual, y que no eran de uso popular, como plumas de quetzal, jade, cerámica fina y cacao.
Con la llegada de los españoles, en la Colonia, este puerto, perteneciente a la Capitanía General de Yucatán, se vio constantemente asediado por piratas y corsarios. En ese entonces, el mercado se ubicaba cerca de la costa, al pie de la muralla, para protegerlo; de todos modos, se consideró que las mujeres corrían peligro, por lo que eran los hombres quienes acudían al mercado a comprar lo necesario para la manutención de los hogares.
Con la vida independiente, se normalizó la vida cotidiana, salvo en las ocasiones en que volvían a presentarse disturbios debido a la constante agitación de la vida política de la joven nación. En ese lugar, cerca de la playa, transcurrió la vida del mercado de Campeche, en ese entonces llamado 7 de Agosto. Por muchos años vivió épocas de esplendor en su funcionamiento, pero la población a la que servía, con el paso de los años, fue creciendo en sus necesidades y demanda.
En la década de los sesenta fue ubicado por el Gobierno Municipal en el centro de la ciudad y se le denominó Mercado Pedro Sainz de Baranda, en honor del almirante campechano que participó y fue herido en la Batalla de Trafalgar y que años después logró la capitulación del último reducto de la Corona Española en territorio mexicano, el fuerte de San Juan de Ulúa. El predio se eligió porque ya existía un núcleo mercantil en una colonia de clase media en esa zona, donde se encontraba ubicada una tienda muy grande, los Abarrotes San Pedro, que abastecía a los poblados circunvecinos, cuya área de atracción incluía algunos municipios tabasqueños. Había también un lugar donde tostaban y distribuían café, cuya aromática seducción hacía más amable la visita.
Incursionar por los pasillos de este mercado, ya sea como marchante o sólo para curiosear un poco, es encontrarse con un estallido de colores, aromas arrobadores, sabores exquisitos y mucho ajetreo de voces mezcladas con música.
Es muy recomendable la visita a la taquería Tinún, que desde hace muchos años ofrece a su clientela una gran variedad de posibilidades de calmar el antojo y donde se puede encontrar los famosos pozole y pan de cazón, con su salsa de chile habanero tamulado.
Entre los diversos puestos, pueden encontrarse los que halagan el paladar más exigente con el pámpano en escabeche, con sus chiles xcatic o güeros. No se puede uno perder las deliciosas tortas de pavo asado ni las manitas de cangrejo en frío, con el aderezo que se prefiera, ni los tamales de harina colada.
Una de las posibilidades que nos ofrece el Mercado Pedro Sainz de Baranda son los batidos de frutas y la horchata de coco, así como las famosas pollas.
Las necesidades crecientes de una población que también ha incrementado su número de forma progresiva, como pasa en todos los centros urbanos importantes, han propiciado que se hayan ido construyendo ampliaciones e incluso la aparición de mercados aledaños.